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De la casa al hogar geriátrico: El precio de envejecer

En Villavicencio, cada vez más familias enfrentan el dilema de internar a sus adultos mayores, una decisión marcada por la falta de tiempo, recursos y apoyo institucional.


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A la abuela la trajeron un día a las tres de la mañana. La cargaron dormida desde su cuarto y la subieron al carro. Cuando despertó, preguntó:


—¿Para dónde vamos?


Como vivía en Bogotá, pero tenía un hijo en Villavicencio, le respondieron: “vamos a visitarlo”, pero todo era mentira. Fue solo un pretexto para traerla y dejarla en el hogar geriátrico (Escuchar pódcast).


Este es uno de los muchos relatos que se pueden encontrar en los distintos centros de protección de vida u hogares geriátricos de la capital del Meta.


En un recorrido realizado por este medio de comunicación a la Secretaría de Gestión Social y a varios hogares geriátricos de la ciudad, se identificaron algunas de las causas por las cuales los adultos mayores son llevados a estos lugares.


Entre ellas están la falta de tiempo, la rebeldía, la carencia de afecto y compromiso, la incapacidad para realizar tareas del hogar, la dependencia extrema, la depresión por viudez y la necesidad de un cambio de ambiente en sus hogares.


Cuando el salario decide


Muchas veces no se trata solo de la voluntad de tener al abuelo en casa; en la mayoría de las familias, la situación laboral es un factor determinante a la hora de llevar a su familiar a uno de estos lugares.


Dylen Aguirre, coordinadora de la Oficina del Adulto Mayor de la Secretaría de Gestión Social, explica que a menudo escuchan a los hijos decir: “No, mira, es que yo no puedo tener a mi papá con esa demencia, con alzheimer. Me queda difícil. Yo trabajo, no lo puedo cuidar, y si lo cuido, no puedo trabajar”.


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Esta afirmación fue corroborada por don Álvaro, un adulto mayor residente en el hogar geriátrico Homenaje a la vida, quien recibe frecuentes visitas de sus familiares, quienes le llevan golosinas y, en ocasiones, lo sacan a pasear. La ventaja es que él ha logrado adaptarse al hogar geriátrico.


Sin embargo, no todos logran adaptarse con facilidad. A don Marino López, otro de los abuelos, le ocurrió algo distinto. Luego de pasar 15 días hospitalizado en cuidados intensivos, salió afligido por una desnutrición severa. Su hija, debido a sus ocupaciones laborales, no podía llevarlo con ella. Por lo tanto, la solución fue internarlo en un hogar geriátrico ubicado en la vereda Apiay.


Su experiencia fue bastante negativa: “Allá había puros locos, no me dejaban dormir, me botaban la ropa. En principio, me pusieron a dormir con uno, pero no me dejaba conciliar el sueño. Cuando yo salía, él se encerraba y me botaba todo. Luego me mandaron a dormir como con cinco más, y todo era peor”, relató don Marino con evidente incomodidad.

Finalmente, su hija decidió retirarlo del hogar, permitiéndole vivir en libertad y tomar sus propias decisiones.


Aunque se intentó contactar a este hogar para obtener la versión de los directivos, no fue posible establecer comunicación.

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¿Cómo equilibrar las responsabilidades laborales con el cuidado de los adultos mayores? ¿Es posible trabajar y cuidar al adulto mayor al mismo tiempo, o cuidar al adulto mayor sin sacrificar el empleo?


Responder estas interrogantes se hace más difícil cuando, por ejemplo, según los datos más recientes del DANE, en 2023, Villavicencio registró una incidencia de pobreza monetaria del 29,0%, lo que representa un aumento de 1,8 puntos porcentuales respecto al 27,2% registrado en 2022. En términos absolutos, esto significa que aproximadamente 149.000 personas en la ciudad vivían en condiciones de pobreza.


Es preciso mencionar que el costo de internar a un adulto mayor en un lugar de estos oscila entre 1.200.000 y 1.400.000 pesos mensuales si es un adulto mayor móvil, y entre 1.800.000 y 2.000.000 de pesos mensuales si está postrado.


El respeto perdido


La intolerancia, tanto de los familiares como de los adultos mayores, también es una causa para que un abuelo termine en un centro de protección de vida. Algunos abuelos, por su edad o temperamento, suelen volverse agresivos, desobedecer a sus familiares o incluso agredirlos, entre otras conductas similares.


“El adulto mayor, con la familia, se porta de una manera muy diferente; a veces son más groseros, no les hacen caso. Ellos toman represalias contra los hijos y se vuelven agresivos”, dijo uno de los entrevistados.


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Esta situación fue constatada por este medio al observar una herida en el cuerpo de Marcela Bello Parra, gerente del hogar geriátrico Homenaje a la Vida, ubicado en el barrio El Triunfo. La lesión, visible en su cuerpo, fue resultado de una agresión por parte de una adulta mayor. Dicha mujer había intentado escapar días antes y fue internada precisamente por su comportamiento agresivo en casa.


Sin lugar a dudas, esto es una situación que se le sale de las manos a las familias, y en muchas veces, a los mismos hogares geriátricos, quienes tienen que emplear medicamentos en ocasiones para calmarlos.


Ni ayudan ni suman


Algo que también se ve, es que a medida que el adulto mayor envejece, todo cambia, por una parte, desmeritan su opinión, solamente porque se tiene la creencia de que ya está viejo. “Él ya no sabe lo que habla, ya para que lo escuchamos”, es lo que dicen algunas familias, según funcionarios del hogar geriátrico, quienes nos pidieron no mencionar sus nombres.


Por otro lado, el deterioro de la salud también influye: cuando un abuelo que solía cuidar a los nietos o alimentar a las mascotas ya no puede hacerlo por una enfermedad física o mental, muchas veces se le deja de considerar útil y se le aísla.


Así se pudo constatar en conversación con Dylén Aguirre, coordinadora de la Oficina del Adulto Mayor: “Al interior de los hogares, sucede algo como, 'abuelito, usted ya no hable, usted ya no opine'. Lo hacen a un lado. Esa persona deja de ser importante para el núcleo familiar. Entonces, lo aíslan. Cosas como esas pasan”.


De la independencia a la dependencia


La dependencia excesiva de algunos adultos mayores también lleva a que, sus cuidadores, tras el fallecimiento de la persona principal encargada de ellos (que en la mayoría de las familias suele ser la esposa), y al no contar con tiempo suficiente para asumir esta responsabilidad, se vean en la necesidad de recurrir a un hogar geriátrico en busca de los cuidados necesarios para su familiar. Este es el caso de una mujer de 54 años, cuyo nombre no fue autorizado para mencionar, quien actualmente reside en el hogar geriátrico La Guadalupana.


Ella nació con una condición especial que le impide hablar y realizar ciertas actividades por sí misma.


Durante toda su vida estuvo bajo el cuidado exclusivo de su madre, quien lamentablemente falleció. Desde entonces, quedó al cuidado de sus hermanos. Aunque la quieren mucho, no cuentan con el tiempo ni los conocimientos necesarios para atenderla, explicó Magdalena Agudelo, gerente del hogar.


“Ella nació así. Su mamá, quien la cuidaba, falleció. Era una madre muy sobreprotectora que no le enseñó nada, ni a hacerse aseo ni a comer. Cuando llegó aquí, era como un animalito. Comía con las manos y, si había comida, agarraba lo primero que encontraba, especialmente carne”, asegura Magdalena, quien en el hogar ha trabajado para velar por su calidad de vida. “Ahora ha mejorado mucho, aprendió a comer con cuchara y al menos se ayuda a vestirse. Cuando la bañamos —porque toca hacerlo en la mañana y en la tarde—, ya ayuda a restregarse un poco”.


Además, Magdalena reflexiona sobre el impacto de la sobreprotección: “Esto es lo malo de algunos padres que, por lástima, sobreprotegen a sus hijos. Los hermanos de ella, que ya son mayores, le decían a la mamá: 'Mamá, hay que ponerla en un colegio especial para que aprenda a defenderse, porque el día que tú faltes, ¿qué va a pasar con la niña?'. Pero la mamá les respondía: ‘Pues la botan a un parque, a ver qué pasa’”.


Aunque esa idea nunca se llevó a cabo y sus hermanos la quieren profundamente, no saben cómo cuidarla, ya que su madre era quien sabía cómo hacerlo.


El precio de la viudez


Otra causa que puede llevar a una familia a decidir llevar a su abuelito a un centro de protección de vida u hogar geriátrico es el fallecimiento de un ser cercano, especialmente del esposo o la esposa.


Esto sucede porque el adulto mayor está acostumbrado a los cuidados de su ser querido o le tiene mucha confianza, algo que resulta difícil encontrar en otro familiar. Al fallecer esa persona cercana, el adulto mayor entra en un estado de depresión y tiene dificultades para aceptar la nueva realidad sin ella. Como consecuencia, dejan de comer, descuidan su vida y recaen emocionalmente, dejando a sus familiares como única opción buscarles refugio en uno de estos lugares.


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Un ejemplo de esta situación es el caso de don Luis Antonio Barbosa, un abuelito que reside en La Guadalupana.

 

La señora Magdalena Agudelo contó que lo llevaron allí porque, tras enviudar hace cuatro meses, su estado empeoró rápidamente.


“Estaba volviéndose terrible, literalmente, como se dice por ahí, se estaba muriendo”, señaló Agudelo, quien también mencionó que una psicóloga recomendó que lo sacaran de su casa para que compartiera con otras personas. “Ya los hijos están muy amañados de verlo; ha cambiado mucho”, agregó.


En una conversación que este medio de comunicación sostuvo con el señor Antonio, se pudo notar su felicidad, reflejada en la sonrisa de su rostro. Esto fue lo que dijo: “Llevo aquí como dos meses. Aquí la paso muy bien, la comida es muy buena. Yo aquí soy el celador”.


Consecuencias


En cuanto a las consecuencias de estar en un hogar geriátrico, un centro de protección de vida o en situación de abandono, la doctora Dylén Aguirre, coordinadora de Adulto Mayor en la Secretaría de Gestión Social de Villavicencio, explicó que esta situación afecta múltiples aspectos de la vida de los adultos mayores: físico, mental y social.


“Todo se ve impactado”, mencionó, señalando que, en términos de salud, muchos adultos mayores enfrentan dificultades para mantener la adherencia a sus tratamientos médicos.

Esto se debe a que, en ocasiones, están solos y sin el apoyo necesario, lo que genera un deterioro físico que puede desencadenar problemas en otros ámbitos de su vida. La doctora Aguirre también destacó que es un error considerar que llevar a un adulto mayor a un centro de protección siempre es la mejor solución.


“Esa debería ser la última opción”, afirmó, ya que este cambio implica no solo impactos físicos, sino especialmente emocionales. El traslado a un entorno desconocido, lejos de sus familias, puede resultar muy difícil, a pesar de que en estos lugares se garantizan sus necesidades básicas como alimentación, vestuario y atención en salud.


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Aunque algunos justifican esta decisión pensando que compartirán con otros adultos mayores, Aguirre recordó que, en la mayoría de los casos, estas son personas con quienes no tienen vínculos previos, lo que puede generar sentimientos de aislamiento o pérdida de autonomía. Sin embargo, reconoció que en situaciones donde el estado de salud del adulto mayor requiere cuidados permanentes, estas opciones pueden ser necesarias.


En el proceso de investigación se pudo comprobar que la Secretaría de Gestión Social carece de una caracterización precisa sobre la cantidad de adultos mayores en Villavicencio, incluso aquellos en situación de abandono. La información con la que trabajan proviene de estadísticas del DANE. También se confirmó que la mayoría de los centros de protección de vida y hogares geriátricos operan sin la debida certificación del Estado.


Un hogar geriátrico debería contar con la aprobación de la Secretaría de Salud del municipio; sin embargo, al consultar a los hogares investigados, se evidenció que no contaban con dicha certificación.


Por otro lado, la administración municipal de Villavicencio se encuentra en proceso de actualización de la política social para el adulto mayor, la cual venció en 2023. Mientras tanto, continúan con acciones operativas para garantizar el bienestar de los adultos mayores beneficiarios.


En lo que va corrido del año 2025, se han ubicado a 27 abuelos en centros de protección de vida, mientras tanto, los adultos mayores esperan que se logren articulaciones efectivas entre las entidades públicas, fundaciones y organizaciones privadas, con el fin de contribuir al bienestar de todos.


Autores (as)


Nicolás Cardozo R.

Estefanía Lozano Ospina

Juan Riveros Herrera

Luisa Soler Triana

Michelle Velásquez Rozo.

 

 

 

 

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